Crianza con apego, piel con piel, lactancia a demanda,
colecho, método madre canguro, parto humanizado, porteo… todos estos, eran
términos que desconocía hasta ahora, y que con el tiempo he hecho míos como si
llevara haciéndolo toda la vida.
Antes de tener a Gonzalo ni siquiera me planteaba si iba a
darle el pecho o no. Para mí era tan importante (tan lejano y a la vez tan
imposible) tener un hijo que pensaba que esas cosas eran algo totalmente
secundario. Pero unos meses antes de tener a mi peque, di por casualidad (estas
cosas que a veces te pasan en la vida y no sabes ni cómo ha sido ni por qué)
con el libro del Doctor D. Carlos González “Comer,
amar, mamar”. En mi afán por la lectura, decidí cambiar de temática y
apostar por este libro. Y cuál fue mi descubrimiento que desde ese momento se
convirtió en mi libro de cabecera, mil veces consultado, según mi madre mi
“pediatra en casa”. La verdad es que lo considero fundamental para una crianza
natural, alejada del conductivismo, donde lo que prima es el cariño y los mimos
hacia tu hijo/a.
Esto me abrió un camino, que ha marcado mi forma de vivir y
entender la maternidad, como madre primeriza, tenía claro que no quería dejar
llorar a mi bebe, que quería darle el pecho y estar el mayor tiempo posible
cerca de él.
Entendí que la idea que tenía de criar a mi hijo iba por esa
dirección y como con todo lo que me entusiasma (empecé, según mi marido, a
hacer un master) comencé a leer sobre el tema, a buscar información en
Internet, a contactar con foros donde se exponían distintas experiencias, a ver
vídeos acerca de la crianza natural, el parto humanizado... Llamé a mi amiga
I.L., embarazada también, y nos pusimos las pilas para intercambiar todo tipo
de ideas sobre las teorías de las que el Dr. Carlos González y otros especialistas
como el Dr. Gómez Papi nos hablaban.
(Por cierto yo le regalé a ella el libro y ella me lo regaló a mí).
Cuando nació mi bebé, con respecto a la lactancia, pasé unos
momentos muy difíciles, ya que quería dar el pecho a toda costa, pero el pequeño
agarraba mal, en los momentos en los que pensaba en tirar la toalla, releía
algunas páginas del libro sobre los beneficios de la lactancia materna intentando
animarme a seguir hacia adelante, hasta que llegó el momento en que el dolor
desapareció y pude disfrutar de ese momento de comunión íntima con mi bebe,
donde sólo existíamos él y su mamá.
Mi marido ha apoyado mi decisión en todo momento, confiando
en mi y dejando seguir nuestros instintos naturales como padres.
Hoy por hoy mi hijo tiene 7 meses y sé que es un niño feliz.
Duerme con sus papis (por mucho que a otros les pese), toma el pecho a demanda
(y hasta cuando él quiera) y lo cojo en brazos todo lo que puedo, y a pesar de
todo esto, me siento orgullosa de saber que lo estamos disfrutando tanto su papá
como yo al cien por cien, además, probablemente cuando tenga 3 años no querrá
que lo coja en brazos, y cuando tenga 20 años será otra cama la que busque...
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